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Los asentamientos de temporeros en Albacete: una realidad que no cesa

Desde hace décadas, Albacete capital se convierte en un punto de llegada para cientos de personas migrantes que, durante las campañas agrícolas, llegan buscando trabajo. Sin embargo, la falta de alternativas habitacionales les empuja a instalarse en asentamientos informales que rodean la ciudad. Desde ACAIM llevamos años trabajando directamente con estas personas, acompañándolas desde el respeto, la escucha y la acción.

Nuestro proyecto Inclúyete, subvencionado por la Junta de Comunidades y, en ediciones anteriores, también por la Diputación Provincial (pendiente aún de resolución este año), se centra en la atención directa a personas inmigrantes que viven en estos asentamientos. Un proyecto que no sería posible sin el impagable compromiso del voluntariado de ACAIM, que mantiene activa esta labor durante todo el año, aunque se intensifica especialmente entre la primavera y el final de la vendimia.

Gracias a este trabajo de campo constante, conocemos bien la realidad que se vive en los asentamientos. En Albacete detectamos dos tipos principales:
– Por un lado, asentamientos de población rumana, donde conviven familias, mujeres y menores, con cifras que se disparan en verano respecto al invierno.
– Por otro, asentamientos de personas africanas, en su mayoría de origen subsahariano o magrebí, situados principalmente en la zona de la Carretera de las Peñas. Este año, por primera vez, también hemos detectado la presencia de familias latinoamericanas, concretamente tres familias colombianas.

Desde ACAIM valoramos los recursos municipales existentes, como el albergue (para personas sin documentación) y el Seminario (para quienes tienen posibilidad de contrato), pero es necesario insistir: no son la solución estructural al problema.

¿Por qué? Porque el trabajo, actualmente, se sigue buscando y encontrando en los propios asentamientos. La figura del intermediario sigue muy presente en nuestra provincia: es en los asentamientos donde se concentra la búsqueda de mano de obra y donde, en muchos casos, se formalizan los pagos. No es extraño ver furgonetas a última hora de la tarde recogiendo y dejando a temporeros en estas zonas. Algunas personas nos cuentan que llegaron a Albacete desde otros puntos del país —como Almería o Huelva— guiados por la idea de que “aquí hay sitio para dormir”, cuando en realidad se trata de asentamientos sin condiciones mínimas de habitabilidad.

Lo más preocupante es que estos asentamientos empiezan a ser conocidos y recomendados entre los trabajadores agrícolas de todo el país como si fueran recursos oficiales o refugios organizados, cuando en realidad suponen una vulneración constante de derechos básicos.

Actualmente, en pleno verano, los recursos como el Seminario o el albergue ya están al 50% de ocupación desde mediados de junio, y es probable que se llenen en los próximos días. Sin embargo, muchas personas no acceden a ellos. Las razones son diversas:
Deseo de libertad para cocinar sus propios alimentos o moverse sin horarios,
Relación directa entre los asentamientos y la oferta de empleo,
Desconocimiento o desconfianza hacia los recursos institucionales.

En las últimas semanas, y coincidiendo con el fin de la campaña del ajo y el inicio de las campañas de la cebolla y la patata, los asentamientos han duplicado o incluso triplicado su ocupación. Durante el día, las personas trabajan en el campo; por la tarde, regresan a las naves o chabolas, y realizan sus compras en comercios locales. Porque, además de trabajar, viven, consumen y participan de nuestra ciudad.

En el último recuento realizado por ACAIM, contabilizamos al menos 264 personas en asentamientos que han querido registrarse y de las que disponemos de documentación. Sin embargo, estimamos que la cifra real supera las 350 personas solo en los asentamientos de la capital.

Algunos espacios emblemáticos, como la conocida “Casa Grande”, ya no existen. Aquella nave que llegó a albergar a más de 300 personas fue demolida tras la pandemia, y ahora la población se ha desplazado a zonas más diseminadas, en condiciones aún más precarias: casetas, tiendas de campaña y naves abandonadas.

Desde ACAIM seguimos defendiendo que esta realidad no puede normalizarse. No puede ser que los asentamientos sustituyan a los recursos. Es urgente repensar el modelo de acogida estacional, ampliar recursos dignos, y establecer puentes reales entre empleo, derechos y vivienda.

Porque la dignidad no puede ser estacional.

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